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18 marzo 2009

"Memorias de cenizas" de Eva Díaz Pérez


La autora y su obra:
Eva Díaz Pérez (Sevilla, 1971).


Licenciada en Ciencias de la Información. Finalista del Premio Nadal 2008 con la novela "El Club de la Memoria" (Destino). Finalista del Premio de Novela Fernando Lara con "Memoria de cenizas", (Fundación Lara, 2005). En 2006 publica la novela "Hijos del Mediodía" (Fundación Lara) Premio de Narrativa El Público de Canal Sur a la mejor novela andaluza publicada ese año. En abril aparecerá el libro "La Andalucía del Exilio" (Fundación José Manuel Lara, 2008). Autora del libro satírico "El polvo del camino. El libro maldito del Rocío" (2001) y coautora de la biografía "Salvador Távora. El sentimiento trágico de Andalucía" (Fundación Lara, 2005). Columnista de opinión en El Mundo, redactora especializada en temas de cultura y crítica teatral en el mismo diario. Premio de Periodismo Ciudad de Huelva (1997), Accésit del Premio de Periodismo Joven Manuel Alcántara (1998). Finalista del Premio de Periodismo Cultural Francisco Valdés de Periodismo Cultural (2003 y 2004). Colabora en "Mercurio", "Sibila", "Andalucía en la Historia" o "Los papeles Mojados de Río Seco". Ahora prepara su tercera novela, un ensayo sobre el exilio intelectual republicano y una guía literaria sobre Sevilla.

La obra: Memoria de cenizas
«Mi novela es la historia de una disidencia, de unos personajes heterodoxos, cuya vida y obra se ha intentado silenciar por ser incómoda y contraria a la oficial», dice la propia autora que define su novela como una «historia novelada».
Memoria de cenizas desvela las circunstancias que favorecieron la revisión de los dogmas religiosos en una ciudad que idolatra y adora reliquias de pelos y pieles de santos, la Sevilla del siglo XVI, a través de los acontecimientos que marcan la ciudad en esa época: la llegada de la riqueza de las Indias, las procesiones religiosas y la Inquisición con los autos de fe y la consiguiente quema de los condenados. Todas esas ceremonias eran una fiesta desmedida, lo que dice mucho del gusto por el boato religioso en nuestra ciudad. Esa «Sevilla perdió entonces la gran oportunidad de ser un centro del humanismo y del librepensamiento».
A través de este relato, la autora nos aproxima a una época en la que la Santa Inquisición trajo a Sevilla “El Carnaval de la Muerte”: La tortura, la quema, el aislamiento, el frío, el dolor, la soledad, el horror del castillo de San Jorge de Triana y el tenebrario se instala en las bases de una religión intransigente dominada por los que matan en nombre de Dios y que, escuchando mensajes celestiales, hacen oídos sordos a cualquier palabra de humanidad y piedad; los mismos que se ceban en los que no piensan igual o se afanan en el conocimiento de nuevas corrientes del humanismo y siempre de la mano de los monarcas españoles y del papado, personificado en el inquisidor y contrareformista Pablo IV.
La novela nos lleva de la mano a la inquietud nacida en el monasterio de San Isidoro del Campo por hombres que proclamaban que “Innato es en los hombres el deseo de saber”, a su aprovisionamiento de documentos y libros de Juan Calvino, Erasmo de Rótterdam y Martín Lutero por Julián Hernández (Julián le Petit o Julianillo), así como a la Sevilla que vio nacer y gestarse la reforma protestante de manos de nobles y doctos eclesiásticos que pretendían hacer carne la palabras, respirarlas y consumirlas con deleite .
No es la calidad literaria ni lingüística la que nos arrebata la atención en esta lectura, sino la verdadera protagonista: una Sevilla de mancebías en el Arenal que esperan a marineros, en la que se oye y se siente los pasos clandestinos en la noche, el miedo en sus ciudadanos, el color de la “cochinilla”, el olor de las calles a curtidurías, fritangas y grasas para los fabricantes de jabón a base de almarjos, la invasión de las aguas del Guadalquivir que se libera de su cauce tras las lluvias y que igual trae riquezas que muerte, el lóbrego silencio de las celdas del Castillo de Triana ....protagonista que conocemos y vive con nosotros y que desde ahora la miramos y percibimos con el conocimiento del pasado.
La autora nos refresca el conocimiento que Menéndez y Pelayo en 1880-82 nos legó en su “Historia de los Heterodoxos Españoles” (Cap. XIII a XV): De aquellos que sufrieron encarcelamiento, la humillación, el exilio, la persecución, la tortura y la muerte: Casiodoro de Reina, Del Corro, Varela, Garci Arias, Ponce de León, María Bohórquez, Isabel de Baena, Zafra, Pérez de Pineda, Ponce de la Fuente... y tantos de quienes se colgaron sus sambenitos en la fachada de la Catedral y que, cubiertos con sus corozas, como modernos nazarenos, murieron en el quemadero del Prado o de aquellos otros que deambularon por la Europa protestante huidos del fuego de la Inquisición para dejarnos la Biblia del Oso y el testimonio escrito de los horrores de una época......y del Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce, cuna de los reformistas y que por motivo de esta lectura hemos visitado.

Sevilla 18/03/2009

04 marzo 2009

En memoria de Antonio Machado

En recuerdo:
A petición de nuestra amiga y compañera de lecturas Antonia, viene a ocupar un hueco en esta página Don Antonio Machado, de cuya muerte en el exilio se cumple este año el 70º aniversario.

Mis ojos en el espejo
son ojos ciegos que miran
los ojos con que los veo.

Se cuenta que fueron los primeros versos de Machado, aunque todos le recordamos por su “Retrato” que comienza con…

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
….
Un gran sevillano

Su vida
Antonio Machado nace en Sevilla, en el palacio de las Dueñas el 26 de julio de 1975, en el seno de una familia de la burguesía media, liberal y progresista. Es el segundo hijo del matrimonio de Antonio Machado y Álvarez y Ana Ruiz Hernández, después de Manuel, nacido en 1874, a los que siguieron otros cuatro hermanos.
Cuando Machado tiene ocho años su familia se traslada a Madrid (septiembre), donde el abuelo ha sido nombrado catedrático de historia natural en la Universidad Central. Antonio Machado y su hermano Manuel ingresan como alumnos en la Institución Libre de Enseñanza (fundada en Madrid en 1876 por los profesores separados de la universidad oficial, y bajo la inspiración de Francisco Giner de los Ríos); eran profesores de la Institución, entre otros, José de Caso, Francisco Giner de los Ríos, Manuel Bartolomé Cossío, José Ontañón y Francisco Quiroga.
En junio del 1899 viaja a París, donde se reúne con su hermano Manuel, para trabajar como traductor en la editorial Garnier. Se instalan en el hotel Médicis, donde se alojó Verlaine en sus últimos años, en pleno Barrio Latino; conocen a Oscar Wilde (un año antes de su muerte) y viven el ambiente de bohemia del «fin de siglo» de París. Allí traban amistad con Enrique Gómez Carrillo (quien había publicado ya un primer libro, de crónicas, Bohemia sentimental) y con Pío Baroja (que al año siguiente publicaría también su primer libro, de no menos significativo título, Vidas sombrías). En París, Machado escribe buena parte de los poemas que más tarde formarían Soledades. Regresa a Madrid en octubre y volvió a visitar París en 1902, año en el que conoció a Rubén Darío, del que será gran amigo durante toda su vida. En Madrid, por esas mismas fechas conoció a Unamuno, Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez y otros destacados escritores con los que mantuvo una estrecha amistad. Fue catedrático de Francés, y en 1907 se traslada a Soria donde conoció a Leonor Izquierdo con quien se casó dos años más tarde, cuando ella cuenta con quince años, y que morirá en 1912.
En 1907 aparece la nueva edición, reformada, de Soledades un complejo libro donde Machado asimila y objetiva la quintaesencia del pensamiento poético que vivió y que recibió en herencia. En su entraña íntima es una «escenificación» del fracaso romántico y del mundo burgués. En 1927 fue elegido miembro de la Real Academia Española de la lengua. Durante los años veinte y treinta escribió teatro en compañía de su hermano Manuel, estrenando varias obras entre las que destacan La Lola se va a los puertos, de 1929, y La duquesa de Benamejí, de 1931. Cuando estalló la Guerra Civil española estaba en Madrid. Posteriormente se trasladó a Valencia, y Barcelona, y en enero de 1939 se exilió, (junto a otros 400.000 españoles) al pueblo francés de Colliure, donde murió el 22 febrero, tres días antes que su madre.
Su obra poética se inicia con Soledades, que fue escrita entre 1899 y 1902. En el breve volumen notamos ya muchos rasgos personales que caracterizarán su lírica posterior. En Soledades, Galerías y otros poemas (octubre de 1907) la voz del poeta se alza con personalidad propia. Quizá lo más típico de esa personalidad sea el «tono» nostálgico, suavemente melancólico, aun cuando hable de cosas muy reales o de temas muy de la época: jardines abandonados, parques viejos, fuentes, etc. Espacios a los cuales va aproximándose a través del recuerdo, del sueño o de las ensoñaciones.
Espero que en el espacio de comentarios, los integrantes de este club de lecturas, dejen sus palabras de amor y homenaje a este gran poeta